Soy al que le escapas. El que odia a la sociedad entretenida, cegada, ultrajada, brutalizada. El que odia las miradas de las bestias, las que me hablan al oído contándome sus miserias. Soy el malentendido, el quejoso, el preocupado, soy el demonio del pensamiento.

Soy el que niega el lado bueno de las cosas, también de su lado malo. Soy un punzón en tu cráneo, removiendo las demencias de las cavidades, tratando de que entiendas todas las impertinencias que cometes.

Tratando que sepas las cosas que enaltecen al ser humano, las que lo separa de un simple animal. Intentando que te des cuenta que la vida es demasiado corta, comparándola con el tiempo y el espacio del universo, comparándola con el recorrido de la célula, comparándola con un parpadeo.      Este ogro trata de ponerte de manifiesto la injusticia que avasalla a tus hermanos, y ni siquiera sabes que existen. No sabes que hay demasiado por que luchar, por conocer. No sabes que la felicidad reina en la ignorancia, y que la despreocupación es la causa de la última. Seguramente ignoraras que la muerte es el único camino, sin escalas.  Sin embargo hay que parar de vez en cuando, hacer que se detengan los pensamientos que te distraen, y observar por un momento la vida, como espectador. Si no la aplaudes, es porque tu anima es una obra mediocre, llena de lugares comunes e idioteces, de las cuales abusas cuando estas consciente, de noche, porque de día tu inconsciencia desborda tu mirada y cometes graves errores. En vez de aprender de ellos, son los que causan tu resignación diaria y te entregas al delirio, a la mugre, a la locura.     Soy el que no te hará cambiar de padecer, porque lo tuyo es demasiado insignificante, comparándolo con la ira que despiertas en mí. Si la pudieras sentir, o cargarla por unos instantes, quizás podrías empezar a entender.